Cierro los ojos y me teletransporto a un lugar que no conozco aún pero se me hace familiar.
Siento esa energía tan libre que proviene de la idea que tengo de ese algo o alguien ficticio.
No importa que tan lejos o cerca, siempre veremos afuera una proyección de nosotros mismos.
Anhelamos tanto explicar este vacío existencial.
Y aunque no hay salida, continuamos buscando explicación.
Es un laberinto con espinas y atardeceres de ensueño.
El anhelo nos permite continuar surfeando tantos deseos.
Pero no se pueden domesticar peces, y menos si son de diferente río.
La vida parece un espejismo, un camino que parece no tener mucho sentido.
Sin sospechas, ahí estamos, navegando entre olas de agua salada, saboreando con la imaginación.
Es mejor no saborear la miel en labios que ya son demasiado dulces.
Una vez más me doy cuenta, no existe verdad absoluta, la soledad revela que todo es relativo.