Mirarnos en las pupilas de extraños. Encontrarnos en cada pestañeo como si pudieramos entrar a otro mundo. Saber qué piensan o qué sienten de verdad cuando nos miran... O peor aún, pensar y sentir lo que ocurre adentro, intentando asfixiar el lenguaje corporal que nos delata cuando menos queremos...
Miradas amigas, miradas enemigas, mirada frías, mirada viudas, miradas que se quedaron con las ganas de mirar más...
Si miras cómo miras lo que estás mirando llegas a otro nivel, porque no solo miras a otros, también miras al pasado o al futuro, como si se tratara de echar un vistazo a un universo paralelo...
Miramos con los ojos cerrados cuando soñamos sin saber por qué; con los ojos abiertos cuando contemplamos un atardecer, y nos quedamos en silencio permitiéndonos la experiencia de transformar la mirada en contemplación.
Y seguimos mirando, con ganas de mirar más y más, tratando de entender el misterio que llamamos vida y que se refleja en cada mirada que surge en el camino, aunque parezca casualidad.